Las diferentes etapas de la formación sacerdotal

Como toda formación sacerdotal, la formación de los futuros miembros de la Comunidad se realiza en etapas específicas que los introducen gradualmente en las responsabilidades del ministerio y los preparan para la ordenación sacerdotal.

Durante este proceso de formación, que dura al menos seis años, la Iglesia nos pide que distingamos las etapas que marcan el camino del seminarista. Si omitimos el período más o menos largo de maduración de la vocación en el mundo, la formación directa para el sacerdocio tiene tres etapas principales: el año de propedéutica, el primer ciclo (dos años de estudios de filosofía) y el segundo ciclo (tres años de estudios de teología).

Discernir la vocación

El año propedéutico es un año de pre-discernimiento. Ofrece una visión general de la formación en el seminario: experiencia de vida fraterna, iniciación a la vida espiritual y litúrgica, introducción a la formación intelectual e inserción pastoral. Todo ello con el objetivo de profundizar en el discernimiento vocacional. En general, durante este año, la entrada en el coro con la toma del alba marca una primera etapa de integración en la Comunidad. Significa por parte de la comunidad y del candidato la voluntad de continuar el discernimiento. A finales de este año, los jóvenes que lo hayan decidido harán su solicitud oficial de admisión a la casa de formación de la Comunidad San Martín.

El primer ciclo dura dos años. La maduración del discernimiento vocacional es uno de los principales objetivos de esta primera etapa de formación. Para profundizar en su discernimiento, el seminarista es invitado durante estos dos años a hacer suyo lo que le es dado vivir espiritual, humana y comunitariamente.  Al final de este primer ciclo, el consejo del seminario invita al seminarista a realizar un período de prácticas pastorales de un año para confrontar su vocación tomando la medida de las realidades pastorales actuales.

Forjando las almas de los pastores

El segundo ciclo dura cuatro años. Su principal objetivo es forjar las almas de los pastores comprometidos con Cristo y la Iglesia, habiendo adquirido las competencias necesarias para el ministerio sacerdotal o diaconal. La casa de formación acoge, pues, en este ciclo a los seminaristas que han tomado una orientación firme hacia el ministerio sacerdotal, verificada y aprobada por los formadores al final del curso. En el cuarto año, la admisión a la Orden valida oficialmente esta preparación para el sacerdocio. Se trata de una etapa importante en la medida en que es la Iglesia la que emite un primer juicio sobre la vocación y las aptitudes del candidato.

Durante el quinto y sexto año, los seminaristas serán instituidos sucesivamente como lectores y acólitos, si su camino no presenta mayores dificultades o profundos cuestionamientos. Estas instituciones son momentos significativos no sólo para el candidato, sino también para toda la comunidad, en la medida en que recuerdan a todos, por su dimensión litúrgica y eclesial, la finalidad de la formación. En general, es al final del sexto año cuando el seminarista puede solicitar la ordenación diaconal. Este paso va acompañado del compromiso definitivo de celibato y, para los seminaristas de la Comunidad, de la incardinación en la misma.

Finalmente, al término del año diaconal, que marca el final de la formación inicial, el candidato puede solicitar la ordenación sacerdotal, si se considera preparado para configurarse con Cristo Sacerdote. También puede posponerlo para perfeccionar y completar su maduración.